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domingo, 7 de diciembre de 2014

Un momento en el jardín

Ya se nota el frío, el mes de diciembre ha comenzado fuerte. El agua del estanque está tan oscura que es imposible ver los peces de colores. La gata está sentada junto a mí, es muy lista, le gusta tomar el sol tumbada en el césped los días fríos como hoy. Miro embobada la pérgola sobre el camino que discurre hasta la casa, me dan miedo las abejas que revolotean alrededor de sus flores, el sonido que producen me parece ensordecedor. La gata se ha levantado de repente, persigue a algún insecto.
Lo ha perdido de vista. Se lame insistentemente como si se aseara después de una dura cacería y aburrida se vuelve a recostar sobre el césped. A veces pienso que me encantaría ser un gato, cambiarme un día por ella y preocuparme sólo de jugar, comer y de que me cambien el cajón de arena.

Comienzo a tener calor, el sol me da directamente en el cogote, un agradable calorcillo me cubre la espalda y una enorme mariposa me sorprende posándose al filo de mi cuaderno. Qué susto, pensé que era un bicho, calificativo que no me atrevo a dar a algo tan bonito, al menos desde lejos. Es negra y naranja y levanta el vuelo antes de que pueda darme a penas cuenta.
El perro nos mira desde lejos a mí y a la gata, la cual parece estar amenazándole con la mirada. Sus ojos verdes se ven muy claros por el sol, su pupila casi diminuta está contraída por el exceso de luz. El perro la mira fijamente y se recuesta en el camino bajo la pérgola.
Un pájaro canta violentamente desde lo alto del almendro que está al otro lado del césped, es agradable no escuchar a las odiosas obreras polinizando. Les tengo miedo desde que una vez una me picara y acto seguido un enjambre entero la tomara conmigo.
El perro arrastra un hueso de plástico en la boca y lo deja caer a mis pies, la gata se levanta amenazante, no entiende que el perro ose acercarse, pero parece que este no le teme a un arañazo si se trata de jugar. Ordeno al excitado perro que se siente, cojo el hueso y se lo lanzo, ahora no me dejará en paz.
La mariposa ha vuelto, la puedo ver posada en una ramita del arbusto que hay junto al estanque, el perro no me deja coger el hueso, cansada y con la mano llena de babas caninas lo mando a paseo.
Una musiquilla odiosa comienza a sonar al otro lado del muro. El vecino ha comenzado sus faenas matutinas. Ya no me apetece estar fuera, el ruido de una moto sierra espanta a los pájaros.

-Vamos para casa gata, voy a encender la chimenea para que te calientes los bigotes-. 

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